UNA CANDELARIA DIFERENTE.

           

          

Ya es candelaria y este año no será igual, lamentablemente la situación actual en plena segunda ola de la pandemia que azota nuestro país y el mundo ha hecho que las autoridades suspendan las actividades relacionadas a la festividad de forma presencial y semi presencial, ello conlleva a que todos los actos litúrgicos se realicen mediante el modo virtual en el que la devoción a nuestra madre María de la Candelaria se afianza más a pesar de la crisis sanitaria que afrontamos.

El fervor a la patrona de Puno se fortalece desde aquel milagro ocurrido en épocas de revueltas tupacamaristas, los rebeldes apostados en los cerros aledaños a la villa de Puno confundieron la luz de las velas que la multitud portaba y el reflejo de las andas de plata de la santa patrona con los soldados que venían a reforzar las alicaídas tropas realistas, la retirada inesperada de la enardecida turba que se disponía a ingresar al pueblo acrecentó la fe en la sagrada imagen atribuyéndole el haber salvado a sus pobladores que en ese momento eran españoles y mestizos que fueron trasladados desde la destruida San Luis de Alva por el virrey Conde De Lemus de la ira de los enardecidos indígenas, en adelante se daría con más entusiasmo su veneración y culto.

Desde aquellos años a la fecha la festividad no ha sido ajena a los cambios, si bien es cierto la parte litúrgica es lo que denota el carácter religioso de esta celebración, que a su vez con el choque de culturas se produce un sincretismo entre las prácticas rituales propias de los pueblos milenarios que celebraban las grandes fiestas en el Collasuyo con las que nos trajeron los españoles. 

En el entendimiento del poblador quechua y aimara la virgen María de la Candelaria es la representación de la madre tierra, en ese entender su devoción se amalgama al ritual a la pacha mama en un claro acto pagano que determina la relación del hombre indígena y el agradecimiento a esta deidad femenina representada a su vez por los naturales en la figura de la virgen candila, situación que llama a la reflexión tomando en cuenta que existe una dotación de poder a aquellas divinidades femeninas como fuentes principales que son fértiles y productivas, muestra de ello son dos deidades principales, la primera es pacha mama que determina los ciclos de vida y trabajo de los hombres permitiendo que se alimenten, el cual ha sido motivo de cultos y celebraciones desde épocas pre incas; la segunda es mama q'otta atribuida al lago Titicaca que es pacarina principal de donde emergieron los hermanos fundadores de nuestra cultura, en la concepción del indígena estas deidades son femeninas y sagradas a las que deben su bienestar y protección, por ello es necesario festejar y realizar rituales en su nombre.

Las danzas que se representan están vinculadas a ese mismo concepto siendo las originarias llamadas autóctonas, la muestra indiscutible de la naturaleza rural del significado de las prácticas rituales del collasuyo que estaban ligadas a la tierra las cuales se sincretizan con la religión occidental manteniendo su concepto ritual y dando forma e imagen a sus divinidades asimiladas en vírgenes y santos.

Uno de los protagonistas en épocas de candelaria son las zampoñas, aquellas que a su vez no han sido opacadas por las bandas de instrumentos de bronce; pues es un instrumento que simboliza el vínculo estrecho del hombre con sus divinidades, es el cordón umbilical que atesora el poblador altiplánico para conversar con sus dioses, a pesar de que las bandas de metal se introdujeron desde hace muchísimos años a la fiesta, las zampoñas son la muestra del culto a la tierra y el significado que tiene la festividad a la virgen Candelaria.

Por su parte, es necesario mencionar que antes que las bandas de músicos acompañaran las danzas que son llamadas en traje de luces, estas se ejecutaban con pinquillos, quenachos o el siku y una de ellas es el siku moreno, prueba de ello es el Mañazo, es el conjunto de donde emerge nuestra diablada puneña. Danzas como la morenada, kallawaya, llamerada y kullawa también dejaron sus instrumentos originarios para pasar a interpretarse con bandas, esto sucede desde que son ejecutadas por lo barrios y en un afán de darle mayor apoteosidad y carácter se emplean los instrumentos de bronce para su interpretación, las bandas de guerra napoleónicas traídas por los libertadores, las corridas de toros y también la guerra con Chile; donde recordemos que Puno tuvo importante protagonismo; fueron los momentos donde estas adquirieron gran importancia para luego ir posicionándose en las festividades patronales en todo el altiplano, principalmente en las zonas urbanas que con el paso del tiempo y por la cantidad de sus participantes fue necesaria para potenciar el sonido de las melodías de las danzas.

Así es Puno, de wifalas, kajchas, sikuris, chacallos, tarkas y pinquillos; de diabladas, morenadas, llameros, hilanderos y muchas otras danzas más que constituyen la esencia de la conmemoración religiosa más importante de nuestro país, Puno es capital del folklore peruano con cientos de danzas que lamentablemente no llegan a la festividad por ser danzas de pocos participantes, por ese motivo es necesario rescatarlas y difundirlas, darles el espacio necesario dentro de la fiesta haciéndolas visibles, pero ese es un trabajo de las autoridades y estamentos que se dedican a salvaguardar la esencia de nuestros pueblos que son funcionales a nuestra festividad.

Esperemos que este año sirva de reflexión para que cuando el virus desaparezca y volvamos a reunirnos, seamos conscientes de toda la riqueza artística y la cultura viva que existe en Puno, aquella que es piedra angular de la identidad de los puneños y también de todos los peruanos, teniendo en cuenta que es nuestro deber protegerla y difundirla. 

Hoy es Candelaria y es tiempo de reflexionar.

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