EL DIABLO Y SUS DIABLADAS
A propósito de la declaración como patrimonio de la nación a la danza Diablada de Puno, es curioso ver comentarios que lejos de aportar en el buen entendimiento de esta danza, se sigue cayendo en la misma discusión sosa donde se jalan de las extremidades al pobre diablo; bolivianos, peruanos y chilenos, como si el infeliz ya no tuviera suficiente el saberse tristemente célebre amo del infierno.
¿Acaso no hemos entendido que este personaje es universal y que no es exclusivo de un solo país?, ¿es tan difícil aceptar que los elementos culturales en zona de frontera no se pueden dividir al antojo de ciertos grupos con intereses propios y de sentimientos mezquinos?
La primera expresión de danza donde aparece la figura demoniaca nace al ritmo de zampoñas, he ahí su origen, pues es transición del imaginario indígena que se concreta en música y danza como resultado de los procesos de catequización, el amalgamiento cultural que se produjo en respuesta de la imposición de la religión intrusa, pero en dicha expresión aparece el diablo como uno de los personajes que danzaba de manera libre siendo éste parte del contexto místico, ritual y simbólico.
Aquí se debe
definir algo importante, la danza de la diablada puneña pasa a ser ejecutada en
bandas por influencias históricas y natural evolución, el sentido ritual sigue
siendo el mismo, lo simbólico se mantiene, pues el diablo representa al Janchanchu
o divinidad prehispánica de las minas que le danza a la Virgen Candelaria,
quien es la representación de pacha mama, en tal sentido el cordón umbilical de
ese contexto siempre fue y será el siku.
La interpretación de la diablada en banda con instrumentos de bronce llamada también banda militar, no es exclusividad de los amigos bolivianos, no olvidemos que durante la guerra con Chile muchas expresiones danzarias que fueron rurales asumieron los instrumentos de metal producto de la influencia de las bandas de guerra, las mismas que datan desde épocas de la revolución francesa y que como sabemos las campañas libertadoras de San Martín trajeron al nuevo mundo, la interacción de los campesinos con estos instrumentos y las melodías de marcha de los batallones se debió a que fueron obligados a pelear la guerra de sus patrones, primero en la independencia y luego contra Chile y es lógico que de los pocos que regresaron hayan asimilado el contexto militar hasta en la música, hay que señalar que para el poblador indígena una posición más arriba de su simple condición de campesino a la que podían aspirar en aquellos tiempos era el de servir a la patria, para así gozar de cierto reconocimiento, sobre todo de su comunidad ya que era un sueño casi imposible, en aquella época cursar estudios universitarios, en tal sentido fue una realidad el que asimilaran aquellos instrumentos y los adaptaran a sus expresiones musicales y danzarias.
La diablada es
mundial, sin embargo en el Perú tiene un contexto ya definido que además
culmina con un cacharpari, pero el valor agregado es que nuestras coreografías
a grandes escalas representa aquella comunicación que heredamos de nuestros
antepasados los Nazca, que crearon gigantescas figuras para comunicarse con sus
divinidades, tal como hoy se representa cada año en el estadio Enrique Torres
Belón de Puno y que por cierto se diferencia mucho de la diablada de recorrido
que realizan nuestros amigos del otro lado de la frontera.
Y como dije en
artículos anteriores, cada quien con su diablo y que viva la diablada, esta que
es de Puno.
Estos Peruanos son una vergüenza para su país y para toda Latinoamérica
ResponderEliminarQue bueno que nos lee, saludos. 😁
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