EL PUKLLAY MACHU Y LAS CHUSPAS DE ARAPA.
Por. Alfredo Fuster Rios ✍️✍️✍️
La danza del Carnaval de Arapa es una de las expresiones artísticas nítidamente representativas de Puno y su difusión a nivel nacional ha sido cada vez más intensa, al punto de ser reconocida desde el 2017 como Patrimonio de la Nación . Esta danza, que muestra una fortaleza simbólica contundente, es oriunda del distrito de Arapa, provincia de Azángaro, y gran parte del éxito en su difusión en todo el país se debe a su representación en Lima.
En el año 2012 en conocí a Gregorio, poblador del distrito de Arapa, ya en mi tercer visita al pueblo Gregorio me relató una leyenda que sus abuelos le solían contar. Según me indicó, ellos repetían una historia sobre la Laguna Arapa la cual se originó en tiempos muy antiguos, en el que se sucedían diluvios tan intensos que lograron desaparecer a los primeros hombres de la tierra. Los hombres que sobrevivieron debieron afrontar un mundo de hambre y sequía, sin nada que sembrar.
Ante esta situación de desesperación, los pobladores subían a los cerros a clamar por lluvias, tal como lo hacían sus antepasados. Muchas mujeres optaban por ahogar a sus criaturas en la laguna al no tener cómo alimentarlos. Con el objetivo de detener esta situación, algunos pobladores le llevaron ofrendas a la Mamacocha Arapa y a los apus tutelares para que intercedan ante las divinidades y pongan fin a la lluvia y el hambre.
Una mañana unos niños divisaron que se acercaba a la orilla una balsa de totora con un anciano sobre él. Se trataba de un hombre muy viejo, de barba larga y blanca, vestido de harapos y trayendo consigo algunas aves salvajes.
El anciano se acercó a los niños y les entregó a cada uno pequeñas bolsitas tejidas dentro de las cuales habían muchas semillas, ordenándoles que avisen a la gente del pueblo para que siembren cada día una semilla en dirección a donde nace el sol.
El extraño anciano, antes de retornar a su balsa, también les ordenó indicar a la población que debían danzar y tocar sus pinquillos durante tres días sobre la tierra fértil que se encontraba al borde del lago, sembrando un tipo variado de semilla por cada día. Luego de decir esto el anciano se subió a su balsa de totora y se marchó.
Cuando los niños contaron esto a sus padres una de las abuelas relató que hacía tiempo un hombre anciano se apareció durante una gran fiesta por la celebración de un matrimonio realizado en el pueblo. El hombre viejo pidió que le sirvieran comida y agua; sin embargo, unos invitados echaron de manera agresiva al anciano de la fiesta, quedando estas personas convertidas en piedra. Ante esto, todo el pueblo, temiendo lo peor, fueron inmediatamente a separar las semillas tal como lo había ordenado el anciano. Hombres y mujeres, con sus wawas a la espalda se dieron a esta tarea.
Las mujeres se apresuraron a tejer pequeños bolsos para que los varones se lo colgaran al cuerpo, a su vez empezaron a entonar una melodía de pinquillos realizando la danza, mientras que las mujeres flameaban las wifalas imitando el vaivén de la balsa del anciano, simbolizando además la llegada de las lluvias que tanto añoraban.
Al tercer día de danzar sin descanso empezaron a caer las primeras gotas de lluvia, los niños se apresuraron en sembrar las semillas y como si la Pachamama fuera en auxilio de sus hijos, desde la tierra empezaron a brotar las flores de la papa de todo tipo y de diferentes colores. Por ello los pobladores antiguamente portaban en sus atuendos 360 pequeñas chuspas tejidas donde evidencian además iconografías que están relacionadas con el elemento agua. Estos tejidos son rematados con adornos llamados t’ikachas que representan los campos cuando la papa está en flor.Las 360 chuspas representan los 360 días del año en el calendario inca. Estas chuspas, de pequeño tamaño, antiguamente se las colocaban en la cintura y torso. Además de madejas de lana de distintos colores, que representaban a la flor de la papa. En cada pequeña bolsita tejida solían colocar una semilla de las variedades de papa y otros tubérculos que aún se siembran en el distrito.
Este mito invita a revisar las crónicas de Juan de Santa Cruz Pachacuti, quien refiere que Tonopa comenzó a predicar en un pueblo en donde se realizaban grandes fiestas y banquetes, hacía caso a sus predicaciones, siendo maldecidos por este, convirtiendo a todos los indios en piedra.
existe una relación entre el mito de Tonopa y la presencia del Pukllay Machu o Machito Pukllay, el cual es un personaje que representa a un anciano vestido con ropa de colores, serpentina y flores. Este personaje lleva en sus manos una canasta donde porta frutas, panes y otros insumos que repartirá a la población y a las autoridades del distrito. El Machito Pukllay un personaje regulador del contexto festivo, aparece en la celebración del carnaval en el distrito de Arapa durante la semana de pukllay, donde los pobladores acuden a las orillas del Lago Arapa para iniciar con la celebración. Es en este escenario natural donde hace su aparición este personaje mítico y protagonista de la danza, quien acompaña a la fiesta hasta el sábado siguiente del pukllay, día en el que anuncia su pronta partida con tristeza y danzando. Curiosamente durante su despedida el Machito Pukllay se sube a una balsa aparcada en el mismo lugar donde apareció por primera vez, prometiendo retornar al año siguiente, encontrándose cierto paralelo simbólico y su relación con el elemento agua.
Este acontecimiento, que se realiza en cada época de carnaval en el distrito de Arapa, nos da pistas para relacionar al personaje del Machu Pukllay con una divinidad que se mezcla con la población durante la fiesta. En este caso, la lectura de estos hechos nos indica que la deidad del pukllay o carnaval, es interpretada desde el subconsciente por el poblador arapeño, representando en sus expresiones danzarías. Estas deidades asumen protagonismo en la festividad, perpetuando el mito desde la misma danza, con ciertas características simbólicas como la trascendencia, la fertilidad, el renacer, la productividad, y el respeto a la naturaleza.
El historiador Néstor Pilco Contreras en su artículo publicado en el libro “La festividad Virgen de la Candelaria” del año 2022 hace referencia a un personaje similar al del mito recogido en Arapa, pues describe al Qochamachu (viejo del lago), personaje que se manifiesta en las riberas del Lago Titicaca teniendo como referencia al poblado de Pucarcolla, mencionando que este personaje trasciende más allá de su representación física, teniendo una representatividad simbólica en la actividad económica e ideológica del hombre del lago.
Néstor Pilco narra que el mito de este personaje, el cual también es contado también por las personas de más edad de este pueblo, se origina hace muchos años, cuando unos niños atraparon y desplumaron a un pato haciéndolo sufrir. Fue entonces que de las aguas del Puquinacocha apareció un personaje ataviado de abundante totora que increpó a los niños sobre su acción perversa, curando las heridas del ave y dejándolo libre. Pilco cuenta que cuando el ave empezó a volar se produjeron lluvias fuertes de manera intempestiva y es por esta razón que los pobladores rinden culto y homenaje al Qochamachu.
En la actualidad la festividad en el pueblo de Arapa cuenta con este personaje jocoso, el cual vendría a ser la representación de las divinidades que transitan entre nosotros durante la fiesta, convertidos desde el imaginario indígena en pintorescos y jocosos seres que le dan a la danza el soplo de vida.
En ese sentido, los que promovemos la representación cultural (profesores, danzantes, coreógrafos, artistas, intérpretes musicales, etc.) a través de la divulgación de las danzas andinas estamos llamados a estudiar, revalorar, rescatar e interpretar estas nuestras expresiones originarias, informándonos plenamente del contenido simbólico y haciendo un manejo adecuado del hecho folklórico, a fin de llevar a escena trabajos que en lo posible respeten los códigos y elementos con los que el hombre y el pueblo andino se identifica y que originan la expresión cultural. ✍️✍️
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