LA LLAMERADA DESDE LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO PARA LA DANZA

 



Por. Alfredo Fuster.

Desde la antigüedad el hombre del altiplano dependía de cuevas y abrigos para sobrevivir a las inclemencias del frígido clima grabando en sus interiores de manera rudimentaria episodios de sus primigenias actividades que desarrolló a través del tiempo, hoy denominadas arte rupestre donde se plasman actividades relacionadas con la caza y las primeras técnicas de pastoreo que aplicaron con los camélidos originarios de esta zona. De estos lugares existe evidencias en todo el altiplano puneño principalmente en: Corani, Macusani, Ccapalla, Salcedo, Lampa y muchos otros lugares que lamentablemente se encuentran abandonados y algunos otros profanados por gente de mala fe y con un divorcio absoluto de todo aquello que tiene que ver con nuestra  cultura y  patrimonio.

La relación del hombre con los camélidos no solo fue necesaria para el uso de su carne o fibra a fin de satisfacer sus necesidades y supervivencia, en la economía fue de vital importancia, como se menciona en el estudio sobre el control vertical de los pisos ecológicos, en la economía de las sociedades andinas publicado en 1972, por el etnohistoriador Jhon Murra; a su vez el antropólogo Jorge Flores Ochoa también realiza un estudio importante sobre el significado del pastoreo alto andino, la riqueza socio cultural en que se desenvuelve, el análisis del hombre y el camélido andino; información que extrae de las comunidades quechuas y aymaras y lo plasma con genialidad en su libro titulado Pastores de Puna “Uywamichiq punarunakuna” publicado en 1977. Según estos trabajos de investigación de los autores mencionados, para los incas, el dominio de los pisos ecológicos fue de suprema importancia por lo cual empleaban para el transporte de los productos recuas numerosas de llamas provenientes de la zona del Collasuyo, sector donde abundan estos camélidos; recordemos además que durante el incanato y aún entrada la colonia se empleaba el trueque como sistema económico, el cual era posible gracias a que los arrieros transportaban con sus llamas los productos a diferentes lugares del imperio, por tal motivo el camelido tiene un protagonismo importante en la vida del poblador del ande, el cual será representado en sus prácticas rituales y expresiones danzarias.



La danza de la llamerada es la prueba innegable de aquel proceso de construcción totémica  donde el cuerpo se presenta como un espacio ritual en el que se mimetizan el pastor y la llama, basado en una dualidad corporal que son divididas en el propio cuerpo del sujeto regidos en la complementariedad andina, un dualismo vinculado a elementos simbólicos y afianzados en su ejecución mediante su desarrollo interpretativo desde la mecánica corporal. En ese sentido, en la danza de la llamerada, el poblador imita con los miembros inferiores el andar soberbio y elegante de la llama mientras que con los miembros superiores representa la actividad propia del pastoreo y el arreo a las recuas durante el trajinar del pastor, también se simula la acción del recojo de la piedra para ahuyentar a los depredadores que conviven en el espacio natural de los camélidos aquellos que también son representados bajo las mismas formas de construcción corporal en la danza de los llameros o antiguamente llamados “llama llama”, tales como: el zorro, puma, cóndor, etc. La danza es la representación simbólica y complementaria de la idiosincrasia del hombre altiplánico y la convivencia con su medio natural.

Se destaca la existencia de objetos que los pastores conservan y a los que rinden culto, con los que realizan prácticas rituales agradeciendo a los apus por el bienestar de sus animales y su reproducción, estos objetos son llamados “Illas” y “Conopas”, pequeñas piedras con forma natural de llama y alpaca o elaboradas en metal, estas tienen orígenes míticos ligados a los espíritus que propician la reproducción del ganado y la protección del hombre del altiplano, estos objetos han sido representados y adheridos como parte de los artefactos que portan en la danza de la llamerada, sin embargo con el paso del tiempo han sido resignificadas en pequeñas estatuillas de lana (llamas) el cual los danzarines llevan en una mano, esta representación simboliza para el pastor andino aquellos objetos rituales y en sí las deidades protectoras del ganado.

Si hablamos de la danza llamerada, también debemos mencionar algunos aspectos de la coreografía, en ese entender es preciso detallar algunos rituales que se vinculan directamente a este animal. La importancia del camélido para las culturas pre incas e incas no solo ha servido para realizar ofrendas al sol en las fiestas principales como la del Inti Raymi, donde se sacrificaban llamas o “carneros de la tierra” como lo menciona Garcilaso de la Vega, también sirvieron para los llamados “agüeros” donde se destinaba una llama para ver si las cosechas y el transcurrir del año será productivo o no, el ritual se llevaba a cabo mediante la exposición de los pulmones y el corazón. Cristóbal de Molina menciona que no solo realizaban sacrificios a Wiracocha, al dios Inti y a las huacas sino a otro ídolo llamado “Chuquilla Illapa” que era el dios del relámpago, trueno, rayo y lluvia; esta ofrenda nos hace presumir que la llama no solo era un animal sagrado por su utilidad, funcionalidad e importancia por ser un nexo efectivo entre los dioses y el hombre, más aun siendo un animal muy apreciado por los incas y preferido para ofrendar a sus dioses, también nos permiten vincular otro ritual muy importante en el altiplano y en la zona andina; ritual incaico, donde se sacrificaban cien llamas en épocas del “Uma Raymi Quilla” que se realiza en el mes de octubre con la festividad del agua tal y como lo menciona Guamán Poma de Ayala, quien deja evidencia en su Nueva Crónica y Buen Gobierno, que este ritual estaba destinado para que los dioses enviaran lluvias.

Existen referencias de los rituales de invocación a las lluvias donde se dejaba una llama amarrada hasta que empiece a dar quejidos producto del hambre, se cree que el sufrimiento de este animal provocaba que las divinidades se compadezcan y enviaran las tan ansiadas lluvias necesarias para los sembríos.

Simbólicamente y desde los mitos la llama está relacionada con el elemento agua, que en el mundo andino estarían ligados con iconografías circulares según estudios del antropólogo Oscar Buenos Ramírez, estas figuras también son una representación constante en su ejecución danzaría y en su vestimenta, es necesario mencionar que danzas de llameros también tiene variantes en otros departamentos como Ayacucho, Cusco, Arequipa, etc , no obstante en el concepto mítico se dice que las llamas proceden de las estrellas y en algunos otros relatos se habla de que salieron de las lagunas, lo que lo vincula aún más con dicho elemento agua.

En el proceso coreográfico de la danza, principalmente se describe el transitar de las recuas, las cuales se conforman en filas, aquellas que a su vez y en ocasiones desarrollan mudanzas zigzagueantes que representan su transitar por las cordilleras, quebradas y caminos estrechos por donde el pastor va arreando a sus animales, a la cabeza va el jañachu, representación del tótem construido en el cuerpo danzante con el propósito de mantener aquella ritualidad que sobrevive en la danza de la llamerada haciendo referencia de la importancia ceremonial de este camélido.

En la actualidad se destaca a la llamerada Lampa y Llamerada Collavic como las que mantienen esta expresión en el departamento de Puno, la cual está próxima a declararse patrimonio de la nación, consolidándose como una de las danzas más bellas e importantes de la capital del folklore peruano.

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