TUCUMANOS O MULA MULA DANZA PUNEÑA


Por: Alfredo Fuster Rios.

La presencia de los arrieros fue de suma importancia para el traslado y comercio de animales de carga y productos manufacturados, los caminos que surcaban los Andes de Argentina hasta llegar a los actuales países Perú, Bolivia y Chile; eran de data antigua, procedentes de los antiguos caminos incas, también conocido como el Gran Qhapaq ñan.

Estas rutas instauradas durante el incanato sirvieron para dicho comercio que estaba a cargo de los arrieros, éstos eran personas que viajaban a las principales parcialidades y sectores de lo que constituía el altiplano, llevando objetos y animales que les servía para realizar trueques o comercializar con los lugareños siendo de gran demanda las reses y mulas, las cuales eran necesarias para el traslado de los viajeros.

Muchos de los que llegaban a zonas como Puno, Bolivia y Chile eran principalmente de la zona del Tucumán, caracterizados por su gran trabajo en cuero tanto para confeccionar monturas para los caballos como por la calidad de mulas y reses con las que comerciaban de ahí que su arribo a lugares ganaderos del altiplano era de suma importancia. De su presencia en nuestro país, se pueden evidenciar en las expresiones danzarias a lo largo del tiempo, es así que en Puno se aprecian diversas variedades de danzas de arrieros entre ellas los llamados Argentinos, Mula Mulas, Tucumanos, Arrieritos, entre otros, todas representan al argentino llegado a suelo peruano; ellos se dedicaban desde tiempos antiguos a recorrer los territorios que luego conformaron el Virreinato del Río de la Plata.

Juan Palao Berastain menciona a la zona de Vilque como uno de las zonas donde en tiempos del virreinato y aún después de la independencia se realizaban las famosas ferias de ganado, siendo el distrito de Mañazo lugar estratégico para la llegada de estos viajeros donde ofrecían sus productos a los pueblos circundantes; es esta relación entre lo extranjero y local que produjo que el indígena representara de manera satírica a aquellos viajeros que además vestían de manera muy particular; usaban reatas de cuero que les servía para lacear a sus animales, una pistola a la cintura para defenderse en su recorrido y caraguatanas o también llamadas rozaderas en las piernas lo que les permitía viajar largas distancias sin que la parte interior de los muslos se irriten por las largas horas de cabalgatas, también portaban espuelas que eran necesarias para el arreo de las bestias que montaban, un poncho para el frio y sombrero de paja alado para los días de intenso sol.

El poblador indígena, en su forma de representar lo foráneo satirizó a aquellas figuras, no solo en su manera de hablar sino de actuar. Cárdenas Cari comenta que aquellos personajes solían tener vicios y usualmente se metían en problemas en los pueblos donde llegaban, teniendo riñas constantes producto del agua ardiente que bebían o por los líos que se fomentaban a raíz de malos entendidos al momento de la compra o adquisición, principalmente de alguna de las muchas mulas que traían.

Los viajes que realizaban los arrieros lo hacían con pequeñas paradas en lugares de descanso llamados también pascanas tal como lo fue en un principio la ciudad de Puno antes de la destrucción de San Luis de Alva, allí donde en tiempos de la colonia se colocaron cruces pues muchas eran anteriormente lugares de culto indígena. En aquellas pascanas o pueblitos donde se detenían, generalmente se dedicaban a incomodar a la población especialmente a las imillas (quinceañeras), estas acciones eran parte de sus tantas riñas en las que se disputaban a las mujeres, las mismas que relacionaban con las mulas en un sentido evidentemente machista. (Fuster 2018)

Una de las características que satirizaron los indígenas fue la forma de caminar de estos extranjeros magnificándolos a tal sentido que llegaba a la mofa no solo por las piernas arqueadas de tanto cabalgar sino en la representación de sus actitudes al estar ebrios, así como los conflictos que tenían donde solían enfrentarse a golpes con previas provocaciones entre pecheos y pisotones que hacían resonar sus espuelas para impresionar al contrincante, de esto hay que destacar el paso particular que tiene la danza en la zona de Azangaro, el cual se basa en patadas hacia adelante a manera de avance que representa las formas de arrear a las mulas pardas; aquellas que al ser el cruce de un burro y una yegua se decía que era la mula más burra que existía ya que era demasiado testaruda, pero buena para los viajes, relación que se le daba a las mujeres difíciles de conquistar con este tipo de mula, desde luego en un sentido figurado en un claro afán machista cuando en una parte de la danza se disputan a la mula parda (Fuster 2018). En el paso también se puede apreciar un derroche de machismo y virilidad que expresaba el estado de ánimo y el carácter de aquellos personajes, esto puede cambiar dependiendo del lugar donde sea representado ya que en otros sectores del departamento se representa más pegado a lo cómico y en ocasiones tiende a ser grosero como por ejemplo en Paucarcolla donde se danza para la fiesta de la cruz en el mes de mayo tal y como lo menciona el antropólogo Oscar Bueno, Todos estos sucesos ocurrían en un escenario donde los indígenas, los dados, apuestas y el alcohol eran los principales testigos del comportamiento de los extranjeros.

En la danza, los quechuas y aymaras han satirizado de manera genial las facciones de los personajes que eran ajenos a su cultura, asimilándolas a danzas creadas por ellos donde su presencia se perpetuó en el tiempo; es así que se observan arrieros que portan máscaras de personas de tez blanca representando a los llegados de Tucumán, pero también máscaras de morenos que emulan a los esclavos negros-mulatos que  acompañaban a los arrieros, siendo ellos los que ayudaban en el arreo debido a la gran cantidad de mulas que se traían en cada viaje. En danzas como la del sikumoreno, danza indigena, se adhirió en epocas antiguas la figura del negro arriero como la huella dejada en el tiempo sobre la presencia de los morenos.

Los momentos más resaltantes que se aprecian aún en la ejecución de la danza  es la entrada en grupos de 20 ó 40 danzarines, quienes representan a estos personajes y sus viajes en grupos, el momento del laceo o la técnica que estos utilizaban para domar sus caballos y mulas.
La coreografía se realiza en filas dando a entender que cuando había rencillas éstos se dividían en dos bandos para enfrentarse en un duelo, suelen danzar alrededor de una fogata donde se ven figuras sueltas como las cholas que no son otros que varones vestidos de mujer cargando una wawa en la espalda que simulan ir tras del arriero buscando que se haga responsable del recien nacido.
La danza es acompañada tradicionalmente por un conjunto llamado estudiantina y entonan coplas que relatan las peripecias que los arrieros pasaban en su ecorrido, las mujeres que van conquistado o la añoranza a su pueblo.

Esta danza se ejecuta en Azangaro, Puno, Lampa y Carabaya en fechas como el 8 de diciembre; en el mes de mayo en Paucarcolla-Puno para la fiesta de las cruces y la Virgen del Rosario en otros distritos y para la festividad a la virgen Candelaria, constituyéndose como una de las danzas más representativas del departamento de Puno lamentablemente en riesgo de desaparecer. Es preciso señalar que la presencia de estos personajes a sido caracterizada en diferentes lugares de nuestro territorio patrio ejemplos los vemos en muchas danzas como la figura del argentino en la Tunantada o la danza de los arrieros de Matalaque en Moquegua por citar solo algunas.
Se quedan muchas cosas pendientes que iremos compartiendo mas adelante.

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